Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México.
A menudo pienso y me dejo abrumar por las culpas mojigatas
porque pierdo mucho tiempo en redes sociales y viendo televisión.
Luego me pregunto si con ello, estoy respondiendo a un
trabajo minucioso que un supra sistema de pensamiento me ha imbuido.
Esas vocecillas que te dicen que la tele es una caja idiota
y que los “diferentes” de la masa, no la tienen en sus casas.
Hoy estoy recuperando nuevas fuerzas y me he reconectado con
mis ganas de investigar y escribir, gracias al adoctrinamiento de muchos y muchos
capítulos de “Once upon a time” y sus
mil y una noches de otro adoctrinamiento sobre el valor y el reconocimiento de
identidad.
Lo pensé mientras escarbaba por enésima vez unos
planteamientos teóricos sobre los que me interesa ahondar, observé en términos
comparativos, que al igual que Blanca Nieves y la Salvadora, entre muchos otros
héroes, dioses y demás banda que indiscriminadamente traen los guionistas a
cuento (literalmente) a veces me olvido (como los personajes) de quién soy y
cuál es mi camino.
Aunque ese camino me lleva irremediablemente a cuestionarme uno
sin salida al que siempre llego con mis preocupaciones metaexistenciales.
¿Cuándo puedo tener una mínima certeza de que estoy ante una
potencial versión cuasi final de la que “verdaderamente” soy?
Cotidianamente corroboro que el planteamiento sostenido
durante un tiempo como verdad, es derribado por nuevas experiencias y
conocimientos que sostienen una nueva versión de mí, por lo tanto, llegamos
tarde siempre en nuestra finitud a cualquier aproximación final de autoconocimiento.
Ergo sólo hay caminos de descubrimientos parciales que
develan distintas versiones de nosotros en determinados tiempos y espacios.
Así hoy me re-descubrí heroína de mis letras e
investigaciones, un camino que partió de horas de exposición ante la caja
idiota y sus series basura. Versión que probablemente tenga fecha de caducidad,
así que intentaré aprovecharla al máximo, salvo en los lapsus en que una villana
metódica más próxima a autoconocerse porque atiende con ferocidad a sus
necesidades primarias grite autoritaria y tiranamente desde arriba:
¡Mamáaaaaaaaaa!